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Inicio Opinión

El problema y la solución al problema.

Carlos Díaz Acevedo Por Carlos Díaz Acevedo
14 agosto, 2020
en Opinión
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El problema y la solución al problema.
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“¡Zǎo shàng hǎo!” dice por el micrófono y escribe por el chat el profesor SARS-COV-2.

“¿Zǎo qué, profesor?” pregunta Rafael.

“Les pido que me disculpen. Pensé que la clase era con estudiantes chinos y los estaba saludando en chino” responde el profesor que además de hablar su propia lengua de coronavirus, habla todas las lenguas del mundo, incluyendo las lenguas de signos que cada país tiene.

“¡Buenos días estudiantes!” saluda el profesor, ahora en castellano o español.

“¡Buenos días!” contestan pocos estudiantes por educación y obligación a través del chat y los micrófonos, unos sentados cómodamente en sus sillas y otros como Angélica subida en un árbol en el patio de su casa para agarrar de mejor manera la señal de internet subsidiado.

“Profesor, no veo qué de bueno tiene el día de hoy, ya son un pocotón de días encerrados en las casas, de gente enfermándose y muriéndose. Estoy aburrido de tanto encierro, de tantas personas enfermas y muertas”, dice Edgardo, uno de los estudiantes que no contesta el saludo del profesor de manera formal.

“¡Son malos días, profesor! La semana pasada en Sincelejo un niño cortó la mano, con un machete, a otro niño, después de burlarse de él por ser marica y que éste le reclamara” informa Luis, mientras comparte en la pantalla la noticia con el titular ‘Menor de edad agredido en acto de discriminación’.

“El lunes, en la frontera entre los departamentos del Cauca y Nariño, mataron a dos niños cuando iban a dejar sus tareas al colegio” comunica Silvia de Dios, llevándose las manos a la cabeza.

“Y el martes un grupo de hombres armados asesinó en la ciudad de Cali a cinco niños amigos que salieron temprano a elevar barriletes” agrega Paula Andrea a la racha de situaciones y noticias trágicas sobre los niños durante los últimos días en Colombia.

“¡La muerte, al igual que usted profesor, anda suelta y haciendo de las suyas, mientras nosotros estamos dizque en cuarentena!” concluye Kimberly quien gran parte del día se la pasa aislada en su cuarto leyendo y escribiendo.

“¿Cuarentena? ¡Llevamos más de cuarenta días encerrados! ¡Esta no es una cuarentena, sino una centena! Yo estoy cansada de hacer tantas tareas y oficios en la casa, sobre todo estoy mamada de tanto lavar chécheres. ¡Estoy hasta la coronilla!” señala Lauren Juliana, mientras pasa uno de sus dedos por encima de su cabeza llena de una larga cabellera negra y rizada.

“Durante la pandemia mi papá no ha estado conmigo y con mi mamá. Se ha pasado la cuarentena encerrado con una cuarentona en el otro lado de la ciudad, cuenta mi mamá” escribe Luis por el chat. Sus compañeros no saben si lo que ha escrito es verdad o pura mamadera de gallo.

“¡Todo por culpa suya, profesor! Si se hubiera quedado quietecito en su animal o en su casa, nosotros no estaríamos encerrados en las nuestras como si fuéramos animales”, señala Edgardo, bastante molesto.

“Eso es para que sientas lo que sienten los animales encerrados, especialmente los pájaros que tienes en tu casa”, dice Silvia de Dios a Edgardo quien tiene en su casa varios canarios enjaulados a quienes les da de comer ají picante para que pasen cantando.

“¡En el colegio dábamos clases en las aulas y ahora las damos en las casas que más bien parecen jaulas con rejas por todos los lados!” comenta Lauren Juliana.

“¡Yo, por lo menos, doy las clases encaramada en un palo y no encerrada en la jaula de la casa!” manifiesta Angélica montada en un árbol a donde llega la señal de internet y una brisa fresca.

“¡Serenidad y paciencia!, pide mi papá, repitiendo lo que dice Kalimán, un superhéroe de su época, a su joven compañero, Solín” dice Luis, después de confirmar por el chat que la historia de su papá, la cuarentena y la cuarentona es cierta.

“¡Muéstrenme sus manos, por favor!” indica el profesor al estudiantado.

Todos los estudiantes colocan sus manos delante de las pantallas de los computadores, los celulares y las tabletas.

“Veo que en algunas manos todavía estoy pintado, eso significa que algunos no han hecho bien la tarea de lavarse y cuidarse. Entonces, no solo es culpa mía de que yo entre a sus cuerpos y les haga daños” señala el profesor.

“Las manos delicadas de Luis se ven que no hacen nada en la casa, ni siquiera lavan platos” comenta Paula Andrea a quien le cuesta mucho estar ciega, sorda y muda como la canción de Shakira, su cantante favorita.

“Ahí donde tú ves mis manos, lavan cuanto chócoro sucio hay en la cocina, cocinan, barren, botan la basura y lavan la ropa sucia. Yo no soy flojo como otra gente que lo único que hace es darle fresco a la lengua” responde, a Paula Andrea, Luis, cuyas manos ya no revientan sus espinillas en la cara, sino que las quitan con una crema especial aplicada en el rostro.

“¿Por qué no está Martín en clase?” advierte el profesor al no ver al estudiante conectado en la videollamada.

“Profesor, Martín dice que no va a entrar a esta ni a ninguna otra clase, que prefiere perder el año a escuchar tantas barrabasadas por un computador” refiere Paula Andrea, vecina de Martín.

“Ahora se la pasa en la calle del tingo al tango, buscando enfermarse” sigue refiriendo Paula Andrea.

“¡Está en duelo!” interpreta Kimberly quien ha leído acerca del duelo infantil.

“¿Con quién está en duelo?” pregunta Rafael.

“¡Está dolido por la muerte de su abuela a causa del COVID-19!” responde Kimberly a Rafael.

“¡Díganle a Martín que si realmente quiere ser un científico o un virólogo tiene que saber mucho de mí, de otros virus y coronavirus, tiene que venir a esta y otras clases, debe estudiar mucho!” manda a decir el profesor a Martín a través de sus estudiantes ahora convertidos en mensajeros.

“¡Chicos y chicas, si ustedes se lo proponen pueden ser la generación de científicos que encuentren la cura contra los coronavirus, el cáncer y otras enfermedades!” sigue diciendo el coronavirus tipo 2.

“Profesor, ¿cuál era la tarea con las manos?” pregunta Hugo, estudiante que no estaba al día porque no se había conectado a las clases con el profesor SARS-COV-2, pero que sí sabía quién era el nuevo y extraño docente.

“¿Qué temas ha dado en sus clases?” pregunta Nicolás, hermano de Hugo, turnándose en la pantalla del mismo computador, prestado por el colegio, que comparte junto con su pariente.

“Tenían que pintarme en sus manos y lavárselas bien hasta borrarme. Nos hemos presentado, diciendo en qué animales hemos venido a la clase, también hemos hablado sobre nuestras fortalezas y debilidades” responde el profesor a los dos hermanos que parecen gemelos, pero que no lo son.

“Les propongo a Hugo y Nicolás que se presenten, que compartan en qué animales vinieron, hacer como ellos, y mencionar cuáles son sus fortalezas y debilidades, pero diciéndolas como si se trataran de poderes, superpoderes o superdebilidades, como si ustedes fueran héroes o superhéroes” propone el profesor a los estudiantes hermanos.

“Mi nombre es Hugo. Vine de Venezuela caminando por la trocha junto con mi mamá y mi hermano, ojalá hubiera venido, por lo menos, montado en un burro. Mi poder o superpoder es ayudar a otras personas cuando lo necesitan. Mi superdebilidad son las arepas” menciona Hugo, antes de ponerse a rebuznar.

“Profesor, pero a nosotros no nos dijo que nos presentáramos así de manera divertida, como superhéroes y superheroínas, eso no se vale” dice Lauren Juliana al maestro quien acepta que los estudiantes presenten sus superpoderes y sus superdebilidades.

Luis recuerda a Hugo y a Nicolás que tienen que decir un animal. Al profesor le recuerda grabar la clase.

“¿Profesor, también podríamos decir en nuestras presentaciones cuáles son nuestros superhéroes favoritos?” pregunta Rafael al educador que dice que sí después de iniciar la grabación de la reunión.

“¿Y a los villanos?” pregunta el mismo Rafael a lo que el virus profesor también dice que sí.

“Mi nombre es Hugo. Vine a clase montado en un burro. Mi poder es ayudar a los demás. Mi debilidad son las arepas venezolanas. Mi héroe favorito es Hugo Chávez y mi villano es Nicolás Maduro” dice Hugo antes de trotar en cuatro patas alrededor del computador y de ceder la pantalla a su hermano menor.

“Mi nombre es Nicolás. Vine a Colombia y a la clase en el mismo burro de mi hermano Hugo. Mi superpoder es escuchar a quien lo necesite. Mi superdebilidad es seguirme por mi hermano, no ser yo mismo. Mi villano, al igual que el de mi hermano, es Nicolás Maduro, que quiere convertir a Venezuela en Cuba. Mi superhéroe, luego de mi mamá y de mi hermano, es Juan Guaidó que busca tumbar a Maduro, por las buenas o por las malas, y convertir a Venezuela en Colombia” señala Nicolás, antes de coger como burro a su hermano mayor y montarse encima de él.

“Me llamo Lauren Juliana y mi gran poder es mi valentía. Mi gran debilidad es la terquedad. Mi héroe favorito es Juan Manuel Santos que quiere la paz para Colombia. Mi villano es Álvaro Uribe que no quiere la paz para el país”.

“Me llamo Angélica y mi poder es mi honestidad. Mi debilidad es que soy muy exigente. Mi héroe es Iván Duque, el presidente de Colombia que durante la pandemia sale todos los días en televisión. Mi villano es Gustavo Petro que quiere ser presidente de Colombia y que el país sea como Venezuela y como Cuba”.

“Mi nombre es Kimberly. Mi poder es mi inteligencia y mi debilidad es la desorganización. Mi superhéroe es Álvaro Uribe Vélez que a pesar de las cosas malas que ha hecho, no ha permitido que Colombia se convierta en Cuba o en Venezuela y eso hay que agradecérselo. Mis villanos son todos los colombianos desagradecidos con él”.

“A mí me llaman Luis. Mi superpoder es la constancia y mi superdebilidad es la impaciencia. Mi superhéroe es Cuba y los médicos cubanos que van por el mundo ayudando a los demás países. El villano del mundo son los Estados Unidos, país que se cree el papá de los demás países y no quiere que Cuba sea como Cuba”.

“Mi nombre es Hillary. Mi poder es la responsabilidad. Mi debilidad es la cobardía. Mi heroína es Claudia López, alcaldesa de Bogotá, porque a ella no le da miedo ni pena ser como es y porque cada vez que quiere le canta las tablas al presidente Iván Duque que no acepta que vengan médicos cubanos al país, pero sí soldados norteamericanos para hacer la guerra”.

“Y para violar y embarazar a niñas colombianas como también hacen algunos soldados colombianos” agrega Silvia de Dios.

“Mi villano es el presidente Duque que todos los días sale por televisión a decir que todo está bien cuando todo está mal o patas arriba, por culpa de él mismo, de sus amigos, del profesor SARS-COV-2, de la COVID-19, de la corrupción, del narcotráfico y de la violencia”, sigue hablando Hillary.

“Mi nombre es Edgardo. Tengo un poder tremendo que es el optimismo y una tremenda debilidad que es la impuntualidad. A nivel deportivo mi héroe es el Real Madrid y mi villano es Raphael Varane, jugador culpable de la eliminación del equipo en la Liga de Campeones. A nivel político, mi superhéroe es el senador Iván Cepeda, la única persona que ha hecho posible que Álvaro Uribe vaya a la cárcel, aunque sea a su casa o finca. Mi villano es Uribe Vélez que tiene COVID-19, a pesar de lavarse las manos permanentemente”.

“Paula Andrea me pusieron como nombres mi papá y mi mamá. Mi superpoder es mi expresividad y mi superdebilidad es mi antipatía. Mi superhéroe es Gustavo Petro que quiere una Colombia Humana. Los villanos son todos los periodistas, antipáticos como yo, que se prestan y se venden para hablar mal de Gustavo Petro y de Iván Cepeda y para hablar bien de Uribe”.

“¡Aguacate, hay aguacates!” se escucha en el micrófono de Paula Andrea a la que se le oye decir, en voz baja, que realmente su heroína es Lina, la esposa del villano Álvaro Uribe Vélez.

“Yo me llamo Rafael. Mi poder es ser curioso y mi debilidad es ser lento. Mis héroes favoritos son los médicos colombianos que están enfrentando al coronavirus, muchos de ellos sin las herramientas necesarias y con los bolsillos pelados. Los villanos para mí son el alcalde de Medellín y el gobernador del Magdalena que quieren traer a Colombia médicos cubanos como si aquí no hubiera médicos buenos”.

“Mi nombre es Silvia de Dios. Mi superpoder es la creatividad y mi superdebilidad es el perfeccionismo. Mis superhéroes, luego de los médicos y científicos en Colombia y en todo el mundo, son los profesores, excepto el profesor SARS-COV-2 y el coordinador de disciplina que en muchas ocasiones no nos deja entrar al colegio por cualquier pendejada, por el pelo largo en los hombres o por la falda corta en las mujeres. Para mí los villanos son las personas que atacan al personal médico y critican a los pobres profesores que ahora trabajan más que antes”.

“Mis superhéroes son los pobres o los más necesitados a los que más duro les da el COVID-19. Los villanos son los ricos o los que más tienen, que se hacen más ricos en medio de la enfermedad y de la muerte de los más pobres”, añade Hugo que pequeñito jugaba a ser Supermán y vencer a Lex Luthor. Su kriptonita verde siempre ha sido la arepa de harina amarilla.

“Heroína es la pobre de mi mamá que hace el papel de madre y padre. Héroe mi hermano Hugo que también a veces hace el papel de mi papá que se quedó en Venezuela” agrega Nicolás que crece a la sombra de su hermano que parece su doble, pero que no lo es. Mientras Hugo quería ser como Supermán cuando niñito, Nicolás quería ser como el doble del superhéroe de ficción también conocido como El Hombre de Acero, el periodista tímido Clark Kent, la identidad entre los seres humanos del hombre más rápido que una bala, más poderoso que una locomotora y capaz de saltar altos edificios de un solo salto.

“Héroes las personas más pequeñas, los niños y los jóvenes, y las más grandes, los pobres viejitos, a quienes no nos dejan salir ni a la puerta de la casa y cuando salimos nos mata el coronavirus o los grupos armados” reflexiona Edgardo quien hasta no hace mucho tiempo se disfrazaba de El Zorro.

“Héroes nosotros a quienes muy pocos los demás se dirigen, ni siquiera para preguntarnos ¿cómo nos estamos sintiendo?” anota Luis quien el año pasado se disfrazó de El Chavo del 8 para una fiesta de disfraces en el barrio, pintándose pecas en sus espinillas, casi parecidas a las de la Chilindrina.

“Heroínas las niñas, las jóvenes y las mujeres a quienes nos violentan y matan de todas las maneras posibles, fuera, pero sobre todo dentro de las casas, antes y durante la pandemia” plantea Hillary, cuya superheroína de ficción favorita es la Mujer Maravilla.

“¡Ustedes también son héroes y las heroínas porque son vulnerables a mí y a otros virus biológicos y sociales! ¡Ustedes también son superhéroes y superheroínas porque son parte del problema, pero también son parte de la solución! ¡Tienen el poder o el superpoder de cambiar las cosas, relacionarse y vivir de otra manera!” dice el profesor, antes de empezar a aplaudir con sus espinas a todos y cada uno de los estudiantes, reconocidos ahora como héroes y heroínas.

“¡Y usted es el villano!” vociferan algunos estudiantes, interrumpiendo los aplausos del coronavirus, dirigidos a ellos.

“¡Usted no es el chacho de la película!” gritan otros estudiantes.

“¡Usted es el malo de la película!” clama el resto de los estudiantes.

“¡Esto no es una película!” recuerda el profesor villano.

“¡Tampoco es un cuento!” sigue advirtiendo el profesor.

“¡Somos héroes, heroínas, pero también villanos! ¡Somos el virus, la enfermedad, pero también el tratamiento, la cura, el remedio y la vacuna! ¡Somos el problema, pero también la solución!” concluye quién más que Kimberly.

“¡Yo quiero tener el poder de hacerlo visible a usted profesor para poder destruirlo con más facilidad!” expresa Edgardo a quien también le gusta como superhéroe el Hombre Invisible.

“Deseo tener el poder de que todo vuelva a la normalidad, que todo sea como antes” dice, suspirando, Lauren Juliana quien por nada del mundo quisiera ser el caballo que cabalga Álvaro Uribe Vélez.

“¡Quiero tener el poder para que pase pronto la pandemia y estemos en la postpandemia!” señala Angélica quien también quiere una casa en el árbol hecha por su papá carpintero.

“Lamento ser portador de malas noticias, pero creo que ya nada va a ser normal o como antes. La pandemia no terminará de un día a otro. Un período postcoronavirus o postpandémico no lo veo en el horizonte más cercano.  Más bien prepárense para enfrentar una segunda ola de la pandemia y de pandemias intermitentes si ustedes y los demás seres humanos no cambian la manera como usan la naturaleza, producen y consumen. Detrás de mí vendrán otros virus, coronavirus, enfermedades y pandemias si no aprenden y aplican lo que les estoy enseñando” advierte el profesor que habla como si fuera un ser humano a los estudiantes que todavía tienen la tarea de pintarlo en sus manos y borrarlo completamente con agua y jabón.

“¿Y qué es lo que finalmente usted nos está enseñando, profesor?” pregunta Rafael.

“Que podrán acabar conmigo, pero si los seres humanos siguen creyéndose los adultos de la naturaleza van a venir otros virus, coronavirus, enfermedades, pandemias y catástrofes como el cambio climático. Ustedes no solo deben cuidar su salud y su vida, que apenas es el 0,01 por ciento de la vida del planeta, sino que también deben cuidar la salud de la naturaleza, la salud de la vida en la tierra”, sentencia, y con ello finaliza la clase del día, el profesor coronavirus SARS-COV-2 que no es un ser vivo, no es un ser humano, pero hace parte de la humanidad.

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