Por: Israel Díaz Acevedo.
A Consuelo Arnaiz Pedrosa, mujer nacida en la ciudad de Burgos -España- la comencé a conocer por allá en el año 1977 o 1978, no lo recuerdo muy bien, cuando llegó a la Parroquia Santa Rita en Cartagena, junto a otras de sus compañeras de la Comunidad religiosa “Misioneras Hijas del Calvario”, y se fueron a vivir en el barrio Santa Rita, en las estribaciones del Cerro de la Popa.
Allí, en este territorio marginado socialmente de la ciudad, con el sacerdote Alfredo Vargas S.J. como párroco, las hermanas misioneras y otras personas laicas no provenientes de esta ciudad constituyeron el Equipo de Pastoral de la Parroquia Santa Rita. Como yo hacía presencia en las actividades de esta parroquia fui invitado a ser parte de dicho equipo de agentes pastorales, esto como parte de una política de inserción efectiva en las comunidades para que las denuncias y las propuestas de la Teología de la Liberación calaran y se afianzaran “en medio de la Iglesia de los Pobres”. Si bien es cierto que la Parroquia ya era de “puertas abiertas”, con la presencia de este equipo de agentes pastorales y sociales, las niñas, los niños, los y las jóvenes, las mujeres amas de casa, la población analfabeta…tuvieron un lugar en las comunidades eclesiales, en el grupo juvenil, la alfabetización y primaria nocturna, la capacitación técnica y la reflexión política.
De todo ello –entre otras- recuerdo las dotes artísticas y de educadora popular de Consuelo Arnaiz Pedrosa, en la producción de materiales educativos para poder -con sumo cuidado- recoger nuestras realidades socio-económicas, culturales y políticas con nuestras propias palabras y con nuestras fisonomías y características étnicas de población negra.
De otro lado, de las manos de Consuelo Arnaiz Perosa, de las otras personas del Equipo de Pastoral y de otras experiencias de Iglesia Popular, escuché hablar del Concilio Vaticano II que llamaba al reconocimiento y respeto de la diversidad de los pueblos y la diversidad de las maneras de vivir el cristianismo, con todos nuestros rostros y con toda nuestra diversidad cultural. Y de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín en 1968 que, entre otros aspectos, explicitaba el contenido de lo que se llama «educación liberadora», definiéndola como «la que convierte al educando en sujeto de su propio desarrollo» y era vista como «el medio clave para liberar a los pueblos de toda servidumbre».
En estas tierras cartageneras Consuelo Arnaiz Pedrosa nos acompañó durante casi cuarenta años. Es inolvidable su opción por continuar dando vida a los procesos de animación sociocultural, educación, participación ciudadana, capacitación técnica, empoderamiento, organización, salud comunitaria… ahora, desde la Asociación Santa Rita para la Educación y Promoción – Funsarep- de la cual fue socia fundadora, integrante de su Consejo Directivo y coordinadora de importantes procesos y experiencias significativas que marcaron transformaciones positivas en la vida humana.
Durante casi cuarenta años, Consuelo Arnaiz Pedrosa nos dejó un legado en la vida de tantas mujeres y hombres, familias, comunidades y organizaciones sociales que tuvimos la fortuna de encontrárnosla en el cálido clima de la ciudad de Cartagena de Indias.
Tantos hombres y mujeres jóvenes populares de otras épocas, cuya participación en los procesos de animación sociocultural hoy mantienen vivas las enseñanzas y los testimonios de vida que les referenció Consuelo Arnaiz.
Tantos niños, niñas y adolescentes fueron partícipes de una experiencia de educación formal, coordinada por ella, basada en la propuesta del pedagogo francés Celestin Freinet, quien entendía la educación escolar como parte de la vida, y no como una preparación para la vida. Experiencia que fue sistematizada en el libro “Pinceladas. Una experiencia educativa” (Funsarep, 1998).
Tantas mujeres y hombres desde las comunidades cristianas de base afrocartageneras, gracias a la animación de Consuelo Arnaiz Pedrosa, gota a gota formaron un aguacero de espiritualidades liberadoras en medio de una realidad de discriminación y segregación como la que aún se vive en la ciudad de Cartagena.
Las mujeres niñas y jóvenes ocuparon un lugar preferencial en las opciones de género y políticas de Consuelo Arnaiz Pedrosa quien produjo, desde sus experiencias con ellas y sus organizaciones, materiales de sistematización y educativos innovadores, como los de “Mujeres habitadas. Caracterización de las identidades de género en mujeres de sectores populares en Cartagena de Indias”; “Nuestro equipaje de género. Una propuesta formativa para mujeres jóvenes”; y «Niñas sin miedo. Que todos nuestros miedos se conviertan en felicidad”, en el marco de una de las tantas acciones por una vida sin violencias para las mujeres y las niñas, realizada por Funsarep.
Las mujeres populares encontraron en Consuelo Arnaiz Pedrosa una verdadera aliada, haciéndose mujeres ciudadanas visibles, con presencia y con palabra. Mujeres que también junto con ella se pensaron el desarrollo y tejieron nuevas propuestas. Mujeres que se hicieron a su voz propia convirtiéndose en actoras del desarrollo, y que dijeron “Esta Agenda es Nuestra” porque esto es “Lo que nosotras queremos”.
El trabajo en equipo y en articulación con otras organizaciones y experiencias fueron siempre bien visto por Consuelo Arnaiz, y de los últimos años de su vida destaco aportes importantes de ella como el del trabajo “La verdad de las mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia”, como parte del Equipo investigadoras de la Ruta Pacífica de las Mujeres, en el año 2013.
Como compiladora y redactora final del trabajo “Con voz propia. Agenda pública de mujeres populares, unidas por otro mundo posible”. (2014). Y como integrante del equipo de elaboración del trabajo “Mujeres populares saberes y poderes. Experiencias y aprendizajes de organizaciones de mujeres populares participantes en procesos de formulación e implementación de políticas públicas de mujeres y género en Medellín, Bogotá y Cartagena 2004-2011” Oxfam-Aecid (2014).
En este corto texto es mucho lo que dejo de decir sobre la experiencia personal y de trabajo con Consuelo.
Finalizo, haciendo un reconocimiento de las tantas capacidades que nos puso a nuestra disposición: Capacidad de diálogo y de concertación; capacidad de vincular los aportes teóricos con las experiencias cotidianas de los procesos y la vida cotidiana; entusiasmo para defender la radicalidad de su feminismo; capacidad de síntesis y de sistematización; capacidad para hacer de la escritura y la oralidad dos bienes invaluables; capacidad de dar la voz a con quienes en distintos momentos trabajó, y la capacidad de amplificación de las voces de los niños, las niñas, las mujeres, los y las jóvenes en condiciones de subordinación.
¡Consuelo Arnaiz Pedrosa fue una mujer de obras, de amores y de buenas razones!